Las obras literarias se crean para que las personas las lean
y se entretengan y si es posible que aprendan algo. La mayoría van pasando de
generación en generación, por vía oral, otros están escritos en viejos
manuscritos o incluso en piedra. Entre todas estas obras literarias, destacan
por su belleza los poemas y las poesías.
El poema: Un poema es una obra literaria que expresa un
sentimiento o un pensamiento del autor, que puede inspirar respeto y puede
llegar a cambiar el estado de ánimo de quién lo lee. El poema puede tener rima
o no tenerla, utiliza la metáfora y la aliteración, sobre todo en poemas
infantiles. Se caracteriza porque es extensa.
Existen varios tipos de poemas, como los Sonetos, que son
poemas amorosos, las odas y los poemas líricos. También existen poemas épicos
que tratan sobre figuras mitológicas o heroicas que cuentas historias, que por
lo general están escritos en verso y que siempre describen los sentimientos y
pensamientos del poeta. Ejemplo el Poema del Mío Cid.
A diferencia del poema, tenemos la poesía:
Poesía: Ya existen poesías mucho antes de la fabricación de
los textos o de la alfabetización. Antiguamente, las poesías se transmitían de
padre a hijo por vía oral. Se conocen antiquísimas poesías de los Vedas indios,
gazas, Zoroastro o la Odisea como ejemplos de poesía antigua.
La poesía es una forma literaria de hacer se caracteriza
porque es menos extensa y habla de un
solo tema. Es la expresión subjetiva del hombre.
La poesía es una forma literaria de hacer arte, que usa el
lenguaje como herramienta principal, entre las que destacan, los dramas
poéticos, los himnos, la poesía lírica y la prosa.
La poesía se diferencia del poema en que usa la repetición
como forma de escritura, usa los versos, las rimas y cuida mucho la estética.
Utiliza el ritmo, la aliteración y la onomatopeya que le otorgan a la poesía un
carácter musical. Usa así mismo, las metáforas, los símiles, la metonimia y la
ironía, dejando surgir diferentes interpretaciones. Utiliza palabras retóricas
y por lo tanto se puede extrapolar a otros ámbitos como el teatro, el canto o
la comedia.
Poema de Mío Cid
Cantar Primero: Destierro del Cid
[El Cid, que servía al rey Alfonso VI, fue atacado por el
conde García Ordóñez, un gran amigo del rey. El Cid no pudo dejar sin vengarse
el ataque y venció al conde, insultando su honor: le mesó la barba (le arrancó
pelos de la barba). García Ordóñez se puso furioso y le habló mal del Cid al
rey. El rey desterró al Cid. El poema comienza en el momento de salir de
Burgos.]
1
Con sus ojos muy
grandemente llorando
tornaba la cabeza y
estábalos mirando:
vio las puertas abiertas,
los postigos sin candado,
las perchas vacías
sin pieles y sin mantos
y sin halcones y sin
azores mudados.
Suspiró mío Cid
triste y apesadumbrado.
Habló mío Cid y dijo
resignado:
«¡Loor a ti, señor Padre,
que estás en lo alto!
Esto me han urdido
mis enemigos malos».
Notas:
postigo: puerta
halcón: pájaro fuerte que se usa para la caza
azores: pájaros fuertes (hawks); mudados: que habían
cambiado las plumas
apesadumbrado: muy triste
me han urdido: han conspirado contra mí
2
Ya cabalgan aprisa,
ya aflojan las riendas.
Al salir de Vivar,
tuvieron la corneja diestra,
y entrando en Burgos,
tuviéronla siniestra.
El Cid se encogió de hombros y meneó la cabeza:
«¡Albricias, Álvar Fáñez,
que si ahora nos destierran
con muy gran honra
tornaremos a Castiella!»
corneja diestra ... siniestra: ver una corneja (pájaro
negro) a la derecha (diestra)
significaba buena fortuna; a la izquierda (siniestra)
indicaba mala fortuna
3
Mío Cid Ruy Díaz por
Burgos entróve,
van en su compañía
sesenta pendones;
salen a verlo
mujeres y varones,
burgueses y burguesas
a las ventanas se ponen,
llorando de los ojos,
¡tan grande era su dolor!
De las sus bocas
todos decían una razón
«¡Dios, qué buen vasallo,
si tuviese buen señor!»
entróve: entró
razón: palabra
4
Le hospedarían con gusto,
pero ninguno osaba:
que el rey don Alfonso
le tenía gran saña.
Antes de la noche en
Burgos entró su carta
con gran mandamiento
y fuertemente sellada
que a mío Cid Ruy Díaz
que nadie le diese posada
y aquellos que se la diesen
supiesen vera palabra
que perderían sus bienes
y además los ojos de la cara,
y aun además los
cuerpos y las almas.
Grande duelo tenían
las gentes cristianas;
se esconden de mío Cid,
que no osan decirle nada.
El Campeador se
dirigió a su posada;
cuando llegó a la puerta, la halló bien cerrada,
por miedo del rey Alfonso, así ellos acordaran:
que a menos que la rompiese, no se la abrirían por nada.
Los de mío Cid a
altas voces llaman,
los de dentro no les
querían responder palabra.
Aguijó mío Cid, a la
puerta se llegaba,
sacó el pie del estribo,
un fuerte golpe daba;
no se abre la puerta,
que estaba bien cerrada.
Una niña de nueve años
a mío Cid se acercaba:
«Ya Campeador, en
buen hora ceñiste espada
«El rey lo ha vedado,
anoche entró su carta,
«con gran mandamiento
y fuertemente sellada.
«No os osaríamos
abrir ni acoger por nada;
«si no, perderíamos
los bienes y las casas,
«y aún además los
ojos de las caras.
«Cid, en nuestro mal
vos no ganáis nada;
mas el Criador os guarde
con todas sus virtudes santas».
POESÍA
Dos lánguidos camellos, de elásticas cervices,
de verdes ojos claros y piel sedosa y rubia,
los cuellos recogidos, hinchadas las narices,
a grandes pasos miden un arenal de Nubia.
Alzaron la cabeza para orientarse, y luego
el soñoliento avance de sus vellosas piernas
bajo el rojizo dombo de aquel cénit de fuego
pararon silenciosos, al pie de las cisternas...
Un lustro apenas cargan bajo el azul magnífico,
y ya sus ojos quema la fiebre del tormento;
tal vez leyeron, sabios, borroso jeroglífico
perdido entre las ruinas de infausto monumento.
Vagando taciturnos por la dormida alfombra,
cuando cierra los ojos el moribundo día,
bajo la virgen negra que los llevó en la sombra,
copiaron el desfile de la Melancolía...
Son hijos del desierto: prestóles la palmera
un largo cuello móvil que sus vaivenes finge,
y en sus marchitos rostros que esculpe la Quimera
¡sopló cansancio eterno la boca de la Esfinge!
Dijeron las Pirámides que el viejo sol rescalda:
«Amamos la fatiga con inquietud secreta...»
y vieron desde entonces correr sobre su espalda,
tallada en carne viva, su triangular silueta.
Los átomos de oro que el torbellino esparce
quisieron en sus giros ser grácil vestidura,
y unidos en collares por invisible engarce
vistieron del giboso la escuálida figura...
Todo el fastidio, toda la fiebre, toda el hambre,
la sed sin agua, el yermo sin hembras, los despojos
de caravanas... huesos en blanquecino enjambre...
todo en el cerco bulle de sus dolientes ojos.
Ni las sutiles mirras, ni las leonadas pieles,
ni las volubles palmas que riegan sombra amiga,
ni el ruido sonoroso de claros cascabeles
alegran las miradas del rey de la fatiga.
¡Bebed dolor en ellas, flautistas de Bizancio,
que amáis pulir el dáctilo al son de las cadenas;
sólo esos ojos pueden deciros el cansancio
de un mundo que agonia sin sangre entre las venas!
¡Oh, artistas! ¡Oh, camellos de la llanura vasta
que vais llevando a cuestas el sacro monolito!
¡Tristes de esfinge! ¡Novios de la palmera casta!
¡Sólo calmáis vosotros la sed de lo infinito!
¿Qué pueden los ceñudos? ¿Qué logran las melenas
de las zarpadas tribus cuando la sed oprime?
Sólo el poeta es lago sobre este mar de arenas,
sólo su arteria rota la Humanidad redime.
Se pierde ya a lo lejos la errante caravana
dejándome camello que cabalgó el Excidio...
¡Cómo buscar sus huellas al sol de la mañana,
entre las ondas grises del lóbrego fastidio!
¡No! Buscaré dos ojos que he visto, fuente pura
hoy a mi labio exhausta, y aguardaré paciente
hasta que suelta en hilos de mística dulzura
refresque las entrañas del lírico doliente.
Y si a mi lado cruza la sorda muchedumbre
mientras el vago fondo de esas pupilas miro,
dirá que vio un camello con onda pesadumbre
mirando, silencioso, dos fuentes de zafiro.
Diga cuál es la diferencia de las dos en el contenido y las semejanzas
de verdes ojos claros y piel sedosa y rubia,
los cuellos recogidos, hinchadas las narices,
a grandes pasos miden un arenal de Nubia.
Alzaron la cabeza para orientarse, y luego
el soñoliento avance de sus vellosas piernas
bajo el rojizo dombo de aquel cénit de fuego
pararon silenciosos, al pie de las cisternas...
Un lustro apenas cargan bajo el azul magnífico,
y ya sus ojos quema la fiebre del tormento;
tal vez leyeron, sabios, borroso jeroglífico
perdido entre las ruinas de infausto monumento.
Vagando taciturnos por la dormida alfombra,
cuando cierra los ojos el moribundo día,
bajo la virgen negra que los llevó en la sombra,
copiaron el desfile de la Melancolía...
Son hijos del desierto: prestóles la palmera
un largo cuello móvil que sus vaivenes finge,
y en sus marchitos rostros que esculpe la Quimera
¡sopló cansancio eterno la boca de la Esfinge!
Dijeron las Pirámides que el viejo sol rescalda:
«Amamos la fatiga con inquietud secreta...»
y vieron desde entonces correr sobre su espalda,
tallada en carne viva, su triangular silueta.
Los átomos de oro que el torbellino esparce
quisieron en sus giros ser grácil vestidura,
y unidos en collares por invisible engarce
vistieron del giboso la escuálida figura...
Todo el fastidio, toda la fiebre, toda el hambre,
la sed sin agua, el yermo sin hembras, los despojos
de caravanas... huesos en blanquecino enjambre...
todo en el cerco bulle de sus dolientes ojos.
Ni las sutiles mirras, ni las leonadas pieles,
ni las volubles palmas que riegan sombra amiga,
ni el ruido sonoroso de claros cascabeles
alegran las miradas del rey de la fatiga.
¡Bebed dolor en ellas, flautistas de Bizancio,
que amáis pulir el dáctilo al son de las cadenas;
sólo esos ojos pueden deciros el cansancio
de un mundo que agonia sin sangre entre las venas!
¡Oh, artistas! ¡Oh, camellos de la llanura vasta
que vais llevando a cuestas el sacro monolito!
¡Tristes de esfinge! ¡Novios de la palmera casta!
¡Sólo calmáis vosotros la sed de lo infinito!
¿Qué pueden los ceñudos? ¿Qué logran las melenas
de las zarpadas tribus cuando la sed oprime?
Sólo el poeta es lago sobre este mar de arenas,
sólo su arteria rota la Humanidad redime.
Se pierde ya a lo lejos la errante caravana
dejándome camello que cabalgó el Excidio...
¡Cómo buscar sus huellas al sol de la mañana,
entre las ondas grises del lóbrego fastidio!
¡No! Buscaré dos ojos que he visto, fuente pura
hoy a mi labio exhausta, y aguardaré paciente
hasta que suelta en hilos de mística dulzura
refresque las entrañas del lírico doliente.
Y si a mi lado cruza la sorda muchedumbre
mientras el vago fondo de esas pupilas miro,
dirá que vio un camello con onda pesadumbre
mirando, silencioso, dos fuentes de zafiro.
Diga cuál es la diferencia de las dos en el contenido y las semejanzas